Sentirme extranjero en mi país es el sentimiento del apatria.

Según una de las definiciones de Apatria dice “Poseía la nacionalidad de un Estado que ha desaparecido, no creándose en su lugar ningún Estado sucesor.”
Mi nación donde yo nací y me educaron entre los valores que detentaba era la libertad y la igualdad de derechos donde todos los ciudadanos del mundo de buena voluntad que quieran habitar el suelo argentino..” eran invitados a hacerlo con los brazos abiertos. El en el himno nacional repetido tantas veces cantado con todo mi ser dice “oíd mortales el grito sagrado… libertad… libertad… libertad..”
Hoy todo eso sigue teniendo el mismo significado para mi, pero para el resto de mis “compatriotas” dejo de tener sentido, incluso escupen sobre el mas sagrada de las leyes de un país que es la Constitución Nacional que ha sido manoseada tantas veces como si fuera una callejera.
Cuando me hablan de nacionalismo al igual que todos los fanatismos, nublan la razón, sobre todo en este país donde nos creemos gigantes entre los gigantes pero con alguna enfermedad llamada “no tenemos suerte con nuestros políticos”, de vuelta el sentido común me dice que salen de nosotros mismos, no son agentes de la CIA, MI6, de Júpiter o de Saturno, sino somos nosotros mismos que hacen que nuestra falta de verdadero nacionalismo hace que corramos golpeándonos el pecho llorando por la patria perdida, cuando cada uno de nosotros se pone a hablar como émulos de Chávez pensando en la conspiración permanente.

La verdad es que la única conspiración la estamos haciendo nosotros mismos, volvamos a las raíces que volvieron a la Argentina potencia, pero aun seguimos viendo fantasmas difíciles de combatir.

Atentos al grito de MALON!!!